lunes, 17 de marzo de 2025

CENIZAS

“…la urna de cenizas
sobre la barra, es
del mismo tamaño
 de una pinta…”
“Last Orders” tráiler

Aquella tarde, como era habitual, los bochófilos se reunieron en el bar del club; esta vez sin “el Beto” Farías. A dos días de su muerte, y sin siquiera haber podido acompañarlo hasta la tumba, sus amigos intentaban elaborar el duelo y continuar la clásica jornada quemando horas de conversaciones triviales.

Hoy había habido un quiebre en esa rutina amistosa que el tiempo se encargó de afianzar, más allá de algunas discusiones originadas por la diversidad del grupo, que a su manera hoy recordaba al “Beto” con nostalgia, con una compañía de alto voltaje etílico. Entonces se aflojaron las lenguas que dieron rienda suelta a sentimientos subjetivos. “El Beto” se había ido y no pudieron despedirlo como ellos querían; cerraron el jonca y la viuda anunció su cremación.

“El Beto” ocupaba un cargo importante en los espacios políticos locales; tenía a su alcance prerrogativas que, para otros, eran inalcanzables.  Esa ventaja le permitía auxiliar a sus amigos en momentos críticos; pero claro, también había retornos de los que nadie hablaba, pero existían. “El Beto” se daba todos los gustos y su billetera hoy podía estar abultada como mañana escuálida. Así era él, le daba boleo a la guita sin importarle en qué se diluía. Se jactaba de que Matilde, su mujer, sabía guardar su lugar y jamás le cuestionaba sus largas noches de garufa y timba, porque el macho de la casa era él.

En la reunión, cargada de nostalgia, Ramón Carrillo, “el Laucha”, fue el primero en arrojar un dardo largamente guardado. Dijo que iba a extrañar las bromas que “el Beto” le hacía sobre sus hijas, que por cierto no eran muy agraciadas. “El Negro” Pardo, que cazó al vuelo el convite dijo lo suyo. Confesó sentirse aliviado de no tener que cargarlo en su auto y llevarlo a la casa cada vez que se empeludaba; se liberaría así de los reproches de la mujer del finado, y de los rezongos de la propia, cuando por las mañanas tenía que limpiar los asientos del utilitario, producto de alguna descompostura. En tanto “el Gordo” Tolosa mencionó el carácter agrio, y hasta sobrador, del “Beto”, pero “el Petiso” Roldán lo disculpó, y adujo que esa pedantería era propia de un ganador: 

“Las mujeres se ‘redetían’ por él” dijo con cierta envidia. Por su parte “el Mocho” Pintos opinó que tal vez esas ínfulas, vistas como un defecto, no eran más que para mostrarse autosuficiente. “Él era así”, justificó, y apostó a que no le quitaba mérito a su persona, recordando su origen humilde. “Eso me consta” dijo. “Conmigo tuvo un gesto noble cuando se enfermó mi hija”. Ahí algunos cruzaron miradas cómplices, porque sabían qué implicaba “ese gesto de nobleza”. 

Pero, había “algo” que muy pocos conocían y que surgió de la mujer del conserje del bar; todos sabían de su fato con “el Beto”, y despechada, espetó: “Dejen de lamentarse tanto por ese hdp, yo lo biché cuando iba al quiosco del turco Felipe”. 

El quiosco lo atendía la mujer del turco y cuando “el Beto” pispiaba que la revista “Hola” estaba exhibida invertida, exclamaba: “¡Oh! Llegó la ‘Hola’, voy a comprársela a mi mujer” Y salía carpiendo al quiosco, para regresar una hora más tarde con la revista bajo el brazo (cuando se acordaba de traerla). La revista invertida era la clave, ese día el turco estaba de guardia en la sala de primeros auxilios y no podía abandonar el lugar. Por eso la mujer del conserje odiaba a la quiosquera y aumentó su encono en la creencia de que la turca la desbancó; pero la realidad era que "el Beto" dejó de jugar con fuego cuando el conserje le mostró la Glock 9 mm que guardaba en el cajón de la barra, “por si las moscas” le dijo.

De repente, y luego del prolongado silencio que originó la filípica de la conserje, se abrió abruptamente la puerta del bar y, como un huracán, entró la viuda del “Beto” y se dirigió a la barra donde zampó ruidosamente un pequeño cilindro del tamaño de un balón, y a viva voz lanzó: “Aquí lo tienen, hagan con él lo que quieran” y dando media vuelta salió tal como había entrado.

El cilindro tenía un rótulo adherido: “Roberto ‘Beto’ Farías -QEPD- † 20/10/1012”.

 

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