Walter era un chico que jamás había peleado o discutido con los pibes del barrio. De trato dócil y mirada franca, se había ganado el afecto de todo el vecindario.
Lector empedernido, las aventuras de Tarzán, Mandrake, Misterix y tantas otras, eran su pan de cada día. Vivía esas aventuras con tanta intensidad que en su memoria prodigiosa se hacían demasiado reales, a tal punto que los chicos del barrio esperaban con impaciencia sus relatos para liberar sus fantasías juveniles y viajar por exóticos países, desafiando los peligros de selvas, montes y mares, para enfrentar la ferocidad de criaturas primitivas al mando de sofisticadas máquinas espaciales.
Y fue una noche de verano, cuando Walter relataba la historia de trece "ángeles rebeldes", y la magia del universo sacudió la tranquilidad de aquel pueblo perdido en la inmensidad de la pampa.
Cautivados por el relato, los pequeños se fueron transportando al espacio imaginario de estrellas y astros de otras galaxias, absorbiendo energías sobrenaturales provistas por su imaginación, que se acrecentaba en cada secuencia de aquella apasionante aventura galáctica que Walter desarrollaba con tanta maestría.
"...entonces el Capitán Zark, al mando de la Nave Mayor, ordenó atacar a los ángeles rebeldes... ‘¡Apronten el comando número uno!’ indicó el Capitán Zark, y las naves comenzaron a disparar torrentes de espuma gaseosa que rápidamente paralizaron las naves insurrectas..."
De pronto un relámpago iluminó el universo y un fuerte remolino cercó a los niños por segundos; luego el silencio envolvió la noche y cuando una suave brisa disipó el lugar, emergieron en el centro de la plaza las figuras petrificadas de los niños, con sus miradas perdidas hacia el infinito.
La inocente fantasía de aquellas almas infantiles plasmó en la tierra, una rebelión angelical desatada en el desconocido mundo del espacio.
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